Territorio Civale

escritora, periodista, nómade

Afters: divertirse detrás de gafas oscuras

Distintas tribus con un fervor común: seguir bailando sin que les importe el sol ni que los congéneres se preparen para dormir la siesta.

Si a partir de mediados de los 80 y durante toda la década del 90 bailar desde el amanecer hasta entrada la tarde marcó todo un hito en las salidas que se prolongaban luego de una noche intensa de parties y dancing, la llegada de 2000 con la crisis arrasadora y la tragedia de Cromañón dieron no sólo un cierre tajante a la vida nocturna de la ciudad sino también a la vida festiva que venía inmediatamente después de ella: la marcha del after hour.

Con la llegada de la nueva década del siglo la fiesta que se inicia al amanecer y termina pasada la hora del almuerzo vuelve a las pistas pero más recatadamente. Son pocos los sitios donde se baila de día y se empezó a llamar after a aquellos lugares que mantuvieron más que nada el espíritu del after party pero que en los hechos cierran entre las 3 y las 5 AM. De los otros, también hay.
Existen ofertas diversas aunque el público es una tribu reducida que va de lugar en lugar matando con tragos y dancing las horas duras hasta el amanecer cuando asoman los rayos incómodos de la mañana y se imponen las gafas oscuras. En algunos llega el cierre a la hora del desayuno, en otros cuando la hora de la siesta es la que marca el fin.

Todos los llaman el after más famoso de la ciudad aunque según las estrictas reglas horarias del after, no lo es. Cierra sobre las 3 AM pero los habitués lo usan de precalentamiento para los verdaderos afters y para llenarse el cuerpo de buena música y rodearse de unos de los espacios más imponentes de la ciudad en lo que hace a su vida de fiesta.

Se trata de Club One, donde antes estuvo el famoso y queer Palacio Alsina, a la altura de Alsina al 900. El lugar se alza en un edificio histórico de principios de siglo XX. Un LED de 30 metros está empotrado en una de las paredes haciendo las delicias de los diferentes VJs, videoartistas de la música electrónica e invitados especiales del exterior llegan al club para tocar y sacudir los cuerpos. Chicos y chicas, más bien en banda, asisten al lugar que abre a las 10 de la noche. Ellas vestidas con mucho brillo, polleras cortas y calzas debajo; ellos estudiadamente descontracté: infaltables zapatillas de marca, jeans y camisa o remera con algún hot stamping. Durante noviembre calientan la pista enorme Poty, Elio Riso y Scaglia.

En el One, se hacen las fiestas pre-Creamfields -la rave global más afamada del mundo- y hasta el día de las elecciones se hizo una celebración que inundó la pista. No fue una fiesta K, fue sólo una fiesta, una excusa para permitirse algo difícil: la salida durante un domingo hasta bien entrado el lunes.
Caix, en la Costanera, fue en los 90 el sitio perfecto para ver el amanecer junto al río y seguir bailando hasta después del almuerzo. Los pescadores se mezclaban con el público algo descontrolado que salía hacia el mediodía y también se cruzaban con los tempraneros y prolijos jugadores de golf que iban a mover sus palos al complejo Costa Salguero. Distintas faunas bajo un mismo sol quemando.

En el nuevo siglo, redujo sus horarios hasta las seis de la mañana y el amanecer es su deadline. Los marchosos que llegan hasta el amanecer pueden cruzarse en esta nueva etapa con pescadores bohemios, esos tipos que pacientemente tiran sus cañas para atrapar un pez contaminado, pero los verdaderos otros con los que se cruzan son los taxistas que hacen cola para llevar al público entonado y legalmente incapacitado para manejar. Los pools de tacheros son los que ahora hacen el contraste con la fauna que baila y baila junto al río.

Hay listas y entradas libres hasta la 1 AM para chicas solas, ellos siempre pagan y los tragos que más salen son todos aquellos que mezclan alguna bebida blanca con speed. El trago por excelencia de los afters. El público de Caix -mediana edad, algún/a cuarentón/a con ganas de marcha- son la fauna que lo habita. Abierto de jueves a sábado sigue siendo una opción donde no hay cómo competir con el amanecer junto al río. Sin embargo, quienes aman la verdadera movida after prefieren la oscuridad aunque el sol brille tras las paredes de la disco después de hora.

El club Bahreim es la opción más glamorosa. Son tres espacios en uno. La noche arranca en el lounge del Yellow Bar, un espacio inmenso para charlar y escuchar música con tranquilidad, mirarse de mesa en mesa, ejercer el ancestral y riguroso rito del levante. Una barra generosa de roble se sitúa en el medio del espacio, hay un vip con cómodos y modernísimos sillones blancos y mesas psicodélicas, tan psicodélicas como las de la zona popular, aunque nada es demasiado popular en este club, en el sentido de que su refinamiento en la decoración es lo primero que destaca. Pinturas contemporáneas abstractas en las paredes, pisos de mosaicos venecianos reciclados y un público con un billetera holgada que puede pagar un trago 60 pesos y tomar más de uno por noche. Luego de calentar el cuerpo y el ansia en el Yellow, se puede pasar donde la música electrónica hace vibrar las pistas o al Funky room donde el pop, el reggae y hasta el reguetón están permitidos. Se puede mover de un sitio al otro por el precio de una entrada que varía según los días. El público va entre los veintipocos y llega hasta los cuarenta, exagerando. Las chicas se atreven con cuerpos más desnudos: panza y hombros al aire, escotes de infarto y siempre un calzado que parece de lo más inapropiado para bailar. El jueves es el día top del club aunque está abierto de miércoles a sábado.

El Bahreim se destaca en la movida after por sus ya históricas y famosas fiestas +160, rituales donde el ritmo drum & bass es el rey. Las 160 acaban de celebrar su noveno aniversario con invitados de lujo para quienes son entendidos en el ritmo de gueto exigente. Se habilitaron dos pistas donde también tocaron Dj Marki de Innerground Records de San Pablo, famoso por su aporte al nuevo sonido de la electro bossa, que impregnó la música de artistas reconocidos como Bebel Gilberto y Everything But The Girl además de ponerle velocidad y cadencia a piezas de Fatboy Slim, Carl Cox, Deadmau5, Towa Tei, y Laurent Garnier. En efecto, el Bahreim es un lugar para exquisitos y entendidos en la vanguardia de los nuevos ritmos a la hora del dancing y no tiene rival en la ciudad. Por su arquitectura, calidad de tragos y la selección cuidada de sus Djs es el lugar de punta en las horas muertas que van de las 2 a las 5.

El Club Maipú es una rareza urbana. Abre sólo los domingos un poco antes de la hora en que muchos van a misa. Sobre las seis ya se puede ver una pequeña cola o atolladero junto a la puerta de Suipacha al 500. Una entrada que da a un sótano mediano sin demasiadas pretensiones. Un vip en un rincón pequeño que se alquila para fiestas por tres mil pesos. Hay hombres de seguridad en cada rincón, a cada lado de la barra, tres en el ingreso a los baños, otros dos en la puerta del vip diminuto y, claro, en la entrada una mujer bulldog controla que todos paguen los 50 pesos para ingresar al templo donde se baila música electrónica hasta las dos de la tarde. Mujeres maduritas, bien conservadas e intuibles dosis de pilates destacan en el lugar de habitués donde todos se conocen, se saludan y celebran la llegada de «algún» nuevo, un posible amante ocasional o un amigo para toda la vida. Las coordenadas de estos lugares siempre disparan aventuras inesperadas y la mañana se empieza sin saber dónde se termina.

Sin habilitación pero con mucha movida, abierto como una casa de té, sobre Córdoba cerca de Gascón se planta Baires, un after con todas las de la ley. Sus horas pico empiezan cuando las persianas de los otros lugares se bajan y las suyas cierran cuando empiezan a mermar los clientes. Pueden ser las 12 del mediodía o las tres de la tarde. Se entra por exclusiva recomendación. En el exterior no hay nada que indique que nos encontramos frente a una disco, en su interior, luego de atravesar un corto pero oscuro pasillo, se ingresa en el reciclado petit hotel que hace las veces de lugar de esparcimiento. Champange con speed por 320 pesos, tragos por 50 y un mundo queer totalmente a la carta, hombres y mujeres straight, travestis trabajando, oficinistas en busca de la aventura imposible y curiosos de una noche habitan el lugar.

Pero el lugar más original de este circuito porteño lo constituye sin dudas Los ́rboles, frente al shopping Abasto. Abre a las 4 AM y cierra sobre las 3 PM. Antes se llamaba Trasformation. Es el lugar donde los travestis que trabajan en los bosques de Palermo se juntan para terminar su jornada de trabajo. No van a trabajar, sólo a descansar y conversar entre ellos y no se niegan a hacer un extra si la ocasión lo permite. Mucho señor de traje con pinta de padre de familia y novia durmiendo en la casa suele pasarse a dar una vuelta y mirar o actuar. Los ́rboles tiene apartados tras oscurísimas cortinas negras donde la entrada es muy privada porque allí suceden uno de los actos más privados que puedan tener lugar entre dos o más personas.

El código after no permite que se tomen fotos en los lugares, que se den nombres ni que se hagan declaraciones. No es una omertá, es simplemente un código de cuidado respeto y privacidad. Y lo respetamos. No somos quiénes para intentar otra cosa. Gracias por permitirnos la aventura de ingresar en sus templos sagrados.

Publicado en Diario Z

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