Esta edición de arteBA, la feria de arte contemporáneo más importante de América Latina, no fue cualquier edición. Celebró 20 años de permanencia en la Ciudad y esa permanencia es la apuesta de sus creadores -la fundación del mismo nombre que la organiza-, es la clave de su crecimiento y de su liderazgo dentro de las ferias de arte del continente. La apuesta inicial, crear un mercado local para que los artistas visuales pudiesen vivir de sus obras, comenzó a perfilarse hace dos décadas y hoy la enormidad de la feria, sus invitados internacionales -con galerías de Brasil, Colombia, España, Estados Unidos y Francia-, pero sobre todo la apuesta a los espacios nacionales y a sus artistas, ha comenzado a dar frutos notables. Las alianzas estratégicas con empresas que apuestan al arte y a su prestigio -como Chandon, Petrobras, Mercedes Benz y American Express, los bancos Ciudad, Citi y Zurich- permiten un programa de adquisiciones para museos nacionales de artistas que ahora mismo están creando. El programa dirigido a coleccionistas de todo el mundo que, a través de guías especializadas, cada año recorren la feria en busca de nuevos talentos se consolidó y las ventas, algunas esperadas, otras que encuadran más en el rubro de descubrimientos, siguen teniendo lugar. La respuesta del público fue entusiasta: superó las 120 mil personas.
Los programas de charlas de difusión en el Auditorio, cada tarde de los breves pero intensos cinco días que dura la feria, acumulan un público tanto especializado como no: un espacio para aprender o abrir horizontes en lo que hace a la perspectiva del arte contemporáneo.
Así, este año la Universidad Torcuato Di Tella ideó -complementariamente- durante abril y mayo un ciclo de conferencias sobre arte latinoamericano dirigido a coleccionistas, críticos y curadores con el objetivo de ampliar el conocimiento sobre la escena en las que se desarrolla el arte en los países de la región. Un buen modo de preparar el terreno.
Siguen destacándose, por su curiosidad, el Barrio Joven Chandon, dedicado a las galerías emergentes y el novísimo U turn Proyects Room. Allí pudieron apreciarse obras de Alemania, Brasil, Colombia y México, y se destacaron los argentinos Jorge Macchi (representado por la galería Ruth Benzacar) y Karina Peisajovich (Vasari).
Desde su primera edición en el Centro Cultural Recoleta hasta ésta de 2011, cuando la feria ya se encuentra establecida en los pabellones de La Rural, junto a la gran exposición de las galerías nacionales se consolida la de otros países de América Latina. Este año más que nunca. Desde Perú pudimos apreciar la calidad de las esculturas hechas con bolsas negras de Giancarlo Scaglia (Revólver); las obras de los brasileños Nicolas Robbio y Carla Zaccagnini (Vermelho); la instalación del colombiano Luis Hernández. Algunas cosas crecen sin esplendor (galería Nueveochenta), y en la uruguaya Sur nos topamos con la felicidad de obras de Joaquín Torres García. Y la celebración del arte argentino no es para despreciar a través de Masottatorres con la apuesta expresionista de Diulio Pierri, de Dabbah Torrejón
con el siempre renovado Dino Bruzzone; el siempre joven Guillermo Kuitca (Cosmocosa) o los ya también muy reconocidos Pablo Siquier y Miguel Rotschild (Benzacar).
Ahora la feria camina hacia su mayoría de edad, a su edición número veintiuno, y lo hace con un andar seguro marcado en trabajosos años de profesionalismo, alianzas acertadas y la celebración de haber estado siempre de cara al público, el que mira y el que compra, para que, al menos, a través de la mirada y la difusión el arte sea accesible a todos. ͉se: su mayor logro.
