Territorio Civale

escritora, periodista, nómade

Laura Zelaya: entre la mentira y la verdad

La retórica de la mentira pertenece a la serie Engaños, de Laura Zelaya, una escultura con movimiento, accionada en este caso manualmente por el publico, quien se torna partícipe o cómplice del suceso, sumándose así a la repetición propuesta por la obra y la mecánica de su acción.

Toda la obra tiene una coreografía que juega, a través de sus movimientos, con los conceptos “verdad-mentira”. Dice Zelaya: “Al mover suavemente una varilla de acrílico que atraviesa la obra, hacia adentro y hacia afuera, se accionan los pequeños personajes ubicados en unos cubículos de madera. Al inclinarse el que posee la palabra verdad manejado por otro a través de hilos, para ofrecérsela a los personajes del cubículo de enfrente, que no la aceptan o no la obtienen, ahí yace la mentira. Cayendo esta promesa a un vacío, donde otros personajes estáticos mantienen posición en recolectar las mentiras son desechadas para volverlas a ofrecer y así completar la circulación del engaño”.

Hija de artistas plásticos, Gloria Priotti, escultora, y Daniel Zelaya, pintor y grabador, la relación con las artes proviene en primera instancia del seno familiar.  Vive en Berlín, donde cursa estudios en artes plásticas y teatrales. De regreso a la Argentina se instala en Colón, Entre Ríos, donde termina sus estudios secundarios.

En Buenos Aires cursa la carrera de actuación y escenografía en la Escuela Municipal de Arte Dramático, focalizando sus trabajos en el tratamiento de la imagen y el espacio escénico. En el año 2000 comienza con la investigación del movimiento mecánico, incorporándolo a algunas de sus obras convirtiéndose así en una pionera contemporánea de la escultura cinética.

“Me interesa el ser humano como protagonista, en su soledad, en su búsqueda de superación, de la unión con otros, consigo mismo y con su deseo -explica a Las12-.  En mi obra cada elemento posee un significado simbólico, el movimiento ya sea suave o más tosco y el roce o sonidos que genera el mecanismo mecánico son buscados, tienen un sentido, completando así la obra, su concepto y su poesía. Me interesa acortar la distancia que existe entre el espectador y la obra de arte, que no sea esa obra de arte que se mira y no se toca, sino que el espectador al accionar pueda ser parte de la situación planteada, pueda sentir y dejarse llevar por el movimiento mecánico de la manivela hasta adentrase en alguna sensación o en la escena. Esta a su vez es la razón por la que generalmente intento mantener los mecanismos simples y casi siempre ocultos, porque me interesa que la atención se enfoque en lo que sucede, y no en cómo sucede, comprometiendo al espectador y haciéndolo cómplice de la situación. Dado que mi formación proviene tanto de las artes plásticas como de las artes dramáticas, realizar esculturas con movimiento es para mí la combinación perfecta de ambas disciplinas: la teatral y la plástica, y por lo tanto mi lenguaje y expresión propia.”

Sintetizado, el statement de su obra podría entenderse de este modo: la retórica es el arte de expresarse de manera adecuada para persuadir al interlocutor, permitiendo que la comunicación en cada ámbito consiga los objetivos que se plantea. La mentira es una declaración realizada por alguien que cree o sospecha que es falsa en todo o en parte, esperando que los oyentes le crean, de forma que se oculte la realidad en forma parcial o total.

Desde ese planteo, La retórica de la mentira hace alusión a estas reflexiones o enunciados y sus diminutos seres accionados por el público pujan en un espacio real, oscilando como en un juego que saca de mentira a verdad.

Publicado en el periódico Página 12 en septiembre de 2017

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