La semana pasada se hizo una fiesta para que un libro pueda terminarse. Faltaba el último capítulo, sobre un happening generacional o algo así. La fiesta se realizó en una de las discotecas más identificadas con el espíritu moderno, o modernoso, o posmo, Age of Communication. El libro, que verá la luz la próxima primavera y se titularáHijos de mala madre (fragmentos de una generación dudosa) se postula como un análisis y una crónica con testimonios acerca de las tribulaciones, lamentos y ocasos de los que hoy andan por los treinta y pico; escrito por otra treinta y pico, la periodista Cristina Civale, entre otras cosas productora de la serie «Desde adentro», que hasta hace poco se emitió por televisión.
Pero no basta tener de treinta a treinta y cinco años para pertenecer a esta generación dudosa, furgón de cola de la nunca bien ponderada juventud maravillosa de los »70. También hay que revistar en alguna franja más o menos brillosa del espacio público. Llámese farárandula, política o, más fino, el campo intelectual. Hay que escribir, hacer cine, diseño o estar en TV. O jugar al fútbol, ya que uno de los protagonistas de este libro (aunque obviamente no estuvo en la fiesta) es ni más ni menos que Diego Maradona. El que partió de más abajo y más lejos llegó. También son de la partida Fito Paéz, Marcelo Tinelli, Jorge Lanata, Pedro Aznar, Juan Forn, Rodrigo Fresán, Laura Ramos (reciente autora de otro buen libro con aires generacionales, Buenos Aires me mata ), el pintor Guillermo Kuitka, Martín Rejtman, Ana Torrejón, Martín Caparrós, Alan Pauls, Eduardo Milewicz, Vivi Tellas, Juana Molina, Andrea Tenuta, Sebastián Borenstein, Alejandro Rozitchner, Miguel Rep, Alejandro Agresti, Marcelo Moura, Batato Barea y otras firmas en un arco heterodoxo. Un poco a regañadientes también aceptó aportar lo suyo uno de los más exitosos jóvenes de hoy, el ministro del interior Gustavo Béliz, el único de toda la lista dedicado profesionalmente a la política.
«En el »62 casi estalló una bomba nuclear y no morimos. No desaparecimos durante la dictadura ni tampoco morimos en la guerra de Malvinas. En vez de muertos precoces somos sobrevivientes precoces. Llegamos a los »90 un poco con la alegría de haber sobrevivido», opinó Cristina Civale de sus pares, aunque a la hora de empezar a glosarlos su mirada no resulta lo que se dice piadosa. «Creo que somos una generación menemista, pero no por ser militantes peronistas sino porque el menemismo se nos infiltró en la sangre. Hay una antimelancolía que llevó a esta actitud forzada de estar arriba y ser famoso a toda costa. Muchas relaciones públicas, mucho culto a la imagen.»
Cualquier treintón que ande suelto por la ciudad gusta decir que pertenece a la primera generación que creció con la televisión , incorporando – y esto lo afirman los nuevos escritores- una cultura de la imagen tanto o más potente que la de la letra escrita. Para muchos de ellos la TV está en el origen de los tiempos, en el living y como mito fundacional. Y a ella se quiere volver. «Hoy la televisión es una adicción y un lugar al que hay que llegar porque sino no existís. El conflicto es que lo único que propone hoy la TV es una transa de tiempos, de espacio y dinero. Les pasa a todos los pibes que llegan diciendo vamos a darla vuelta y es la tele la que finalmente te da vuelta a vos.»
Pasaron por la universidad pero se formaron en cursos paralelos, en bares periféricos, en el under y lo paracultural. Siguen renegando de las instituciones. Militaron poco y su música es el rock, preferentemente de culto. No tienen una biblia como Rayuela pero si devoción por Grandes Viejos como Borges o Bioy Casares. Tienen un alto sentido estético, coquetean con la frivolidad y la fama pero rechazan la política real. En este libro se hablará de que hacían los treinta y pico el 24 de marzo del »76, durante Malvinas, de la vida en pareja y del amor después de todo. Y por supuesto del SIDA en medio de todo esto, ya que como afirma la portavoz, «no es una generación que se crió usando forro».
