Territorio Civale

escritora, periodista, nómade

Sanja Ivekovic: arte contra la violencia

Las potentes creaciones de la artista performer croata que unió arte y vida, con una serie de obras-manifiesto que buscaron desenmascarar la violencia política y de género, se exhiben en el MoMA.

Una mujer yace en el piso de una terraza en el centro de Belgrado junto a una botella de whisky. Corre 1979. Un tipo le saca fotos, sin demasiada discreción. Otro vigila desde abajo, con ropa de policía. Trata de llamar la atención sobre la mujer. Una multitud se reprime de salir a las calles, por eso asoma su cabeza por ventanas y balcones. No es para verla a ella. La mujer tiene las piernas abiertas y sin cubrir. Se está masturbando o lo finge. Sí, lo finge. En la calle, la multitud está ausente pero hace llegar su sonido con aplausos. Ingresa a la ciudad el mariscal Tito, su gobernante y tirano. La mujer que apura la mano entre sus piernas es la artista-performer Sanja Ivekovic, todavía no tiene 30 años y ese acto constituye su primera intervención político-artística. Un acto de protesta contra una clase de gobierno que considera violento y totalitario. Con la acción pública de un rito privado hace que las miradas giren sobre su vulva y, al menos por un momento, no queden subyugadas por la parafernalia de Tito y su séquito. Todo dura menos de veinte minutos. Pero sus compatriotas la vieron. Es un triunfo.

Un registro fotográfico de esta acción puede verse hasta el 26 de marzo en el Museo de Arte Moderno de Nueva York (MoMA) en lo que constituye la primera retrospectiva en un museo de esa envergadura de Sanja Ivekovic, la artista nacida en 1949, en Zagreb (Croacia), en el corazón herido de la todavía Yugoslavia.

Ivekovic se formó bajo el calor tumultuoso y combativo de la primavera de Praga en 1968, cuando los artistas decidieron romper con los moldes establecidos por el comunismo también en el ámbito de la producción artística y comenzaron a ejercer nuevas modalidades de expresión en lo que se llamó ‘Nova Umjetnicka Praksa’ (nuevas prácticas artísticas). Así Ivekovic comenzó su carrera que acumula una serie de obras-manifiesto regidas, central y especialmente, por los principios del naciente movimiento feminista, aquellos que por ese entonces aseguraban que ‘lo privado es político’. La de la terraza, su primera performance, fue el gesto iniciático e irreprochable de sus más profundas convicciones de todo tipo porque, en su vida, política y arte se funden en una misma expresión, en un único destino.

La retrospectiva incluye también otras obras del mismo corte político, asombroso, de protesta y con el énfasis puesto en desenmascarar la violencia en dos planos. Uno más general, el que ocurría a toda la población al este del muro de Berlín y otro particular, el que sufrían las mujeres de ambos lados del muro.

El trabajo de intervención en las producciones visuales de los medios masivos de comunicación “desde la televisión a las publicidades en revistas femeninas pasando por los íconos promovidos por Hollywood“ constituyen el corazón sobre el que Ivekovic afiló su mirada y atacó con dulce violencia, como un chiste amargo sobre la violencia de los estereotipos de mujer y de vida vendidos por esos medios, donde se podía entender sin demasiado esfuerzo, que la violencia nunca es dulce. Los más de cien trabajos realizados durante 40 años y exhibidos ahora así lo confirman. Van del fotomontaje conceptual al videoarte, al dibujo, la escultura “como creación de sitio específico y con claro sentido social“ y la performance.

Pocos años antes de hacer ‘Triangle’ “la performance de la terraza, el whisky y la paja“ comenzó a pergeñar el video que da nombre a la retrospectiva, Sweet Violence. Se trata de un compilado de grabaciones de una serie de microprogramas de televisión donde se explicaban los beneficios de la política económica creada por Tito, la llamada tercera vía, una mezcla que auguraba tener lo mejor del socialismo y del capitalismo.

Ivekovic los registró y sobreimprimió sobre sus grabaciones unos barrotes de cárcel, dando así un testimonio poco sutil de su punto de vista sobre el asunto. Pensar esta obra en su contexto histórico-temporal contribuye a dar luz sobre la originalidad de entonces en la aplicación de ese procedimiento sobre un tape en blanco y negro y con un único canal de sonido.

La retrospectiva ocupa parte del tercer y segundo piso del MoMA. Allí un público motivado pasa sin cesar ante sus videos, el ya mencionado ‘Sweet violence’, pero también ante ‘Instructions No. 1’ (1976), ‘Make Up “ Make Down’ (1978), ‘Personal Cuts’ (1982), ‘Practice Makes a Master’ (1982), y ‘General Alert (Soap Opera)’ (1995).

Entre esta multitud de obras, destacan ‘Double life’, una selección de fotomontajes donde a un lado, se coloca a ella misma junto a Marilyn Monroe en distintos momentos de sus vidas: un paralelo increíble y real de imágenes que cuentan el crecimiento de ambas como artistas que adquieren las mismas actitudes y poses requeridas como femeninas “dictados este/oeste“ de cómo ser mujer. No hay barreras para la dulce violencia del estereotipo de la mujer sumisa, de la chica-cosa.

En 2001, realizó una de sus piezas más imponentes, ‘Lady Rosa of Luxemburgo’, una réplica del monumento que recuerda a la militante socialista alemana asesinada en 1941 durante la Segunda Guerra Mundial. Para la retrospectiva se construyó una copia que ocupa todo el hall central del segundo piso del museo. El original se encuentra en la Plaza de la Constitución de Luxemburgo. Ivekovic retiró la Nike original “la representación de la victoria“ y la reemplazó por una mujer embarazada. En su base de mármol hizo tallar leyendas en inglés, francés y alemán donde se lee: La Resistance, la Justice, la Liberté, L’independece-Kitsch, Kultur, capital Kunsti-Whore, Bitch, madonna, Virgin. El rol decisivo jugado por las mujeres en la resistencia a los nazis durante la Segunda Guerra Mundial es un capítulo olvidado de la historia y allí llega Ivekovik para salvar la falta y para continuar la tradición de lucha, no sólo pone a una mujer con nombre y apellido, una mujer que existió, sino que la construye embarazada, para perpetuar la especie de esa suerte de amazonas, la inmortalidad de la lucha femenina. La pieza se planta donde habitualmente está expuesto el enorme obelisco de Barnett Newman. Un desplazamiento que otra vez no tiene nada de sutil.

Finalmente, con ‘Women’s house’ vuelve al fotomontaje. Aplica sobre afiches publicitarios de anteojos de sol diseñados por marcas costosas e icónicas leyendas escritas en primera persona sobre mujeres víctimas de violencia de género, ésas que tuvieron que recurrir a refugios en distintas partes de Europa “desde Polonia a Croacia“ para salvar sus vidas del macho agresor y asesino. Historias verdaderas tomadas en refugios verdaderos sobre chicas de belleza producida e irreal. Una vuelta de tuerca en el tiempo a su trabajo ‘Double life’.

Una pregunta permanece abierta luego de recorrer la muestra, esta serie de obras que narran el combate de una artista que no cesa de luchar por sus ideales y que fue, en su momento más vigoroso, un estandarte anticomunista y que construyó su obra como tal.

¿Por qué el MoMA? ¿Por qué ahora? Más allá del valor irrefutable de la obra de Ivekovic, parece que el neoliberalismo también suda, escupe y no excluye las paredes de los museos más respetados, muros que se usan para continuar la predominancia de sus objetivos, que la misma artista no dudaría en rubricar con las palabras de base puestas en su Lady Rosa: ‘bitch, whore’ o lo que fuere.

Publicado en Revista Ñ

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