Territorio Civale

escritora, periodista, nómade

Lisa Kerner, la dibujante exquisita que creó Casa Brandon

«Si hablo de este año, tengo que decir que fue muy loco —explica Lisa en diálogo con Infobae—. Hubo mucho, muchísimo tránsito de dolor por la muerte de Jor (se refiere a Jorgelina De Simone, su socia, su amiga, su familia, su ex compañera), y a la vez me pasaron muchas cosas placenteras. Es muy raro convivir con eso. Siento que mucho de lo que soy es por Jor, por todo lo que viví con ella, incluso ese viaje hacia la muerte».

Esa mezcla de celebración  y duelo que marca el 2017 de Lisa Kerner tiene que ver con haber acompañado a Jorgelina en la agonía de un cáncer implacable, demasiado largo en su ritual final, cruel, intolerable, en este territorio donde el buen morir es un crimen y no un derecho envuelto en la piedad y la decisión de cada uno sobre su propio cuerpo, cuando el cuerpo ya decidió su destino y solo lastima.

Ese tránsito probablemente haya hecho a Lisa Kerner (Buenos Aires, 1970) aún más fuerte y más urgente en sus deseos. Este diciembre viene con doble celebración para ella. El sábado 9 su exposición Todo liso. Mi familia yo-yo, recibió el premio a la mejor muestra del año. El galardón fue otorgado por Teatro Mandril, espacio que cobijó la muestra-instalación de dibujos de Kerner  en noviembre, la muestra que estuvo de tour en Buenos Aires iniciando su recorrido en julio en el Centro Cultural Rojas. En esta exposición, ahora distinguida, Kerner decidió narrar su vida con sus notables dibujos en los que se retrata una y otra vez, enardecida, enredada, vibrante, cortada, muerta, siempre joven, siempre en acción y con la boca cerrada.

Dibujos de Lisa Kerner

Dibujos de Lisa Kerner

Todo liso. Mi familia yo-yo es casi un nombre descriptivo para esa muestra inspirada de Kerner que, recién ahora, decidió desempolvar su obra, juntarla y colgarla en paredes y compartirlas con el mundo. La voz de sus dibujos de trazos duros parecen haber escapado a la etapa boceto. Se puede imaginar a la artista haciendo en pocos movimientos de su mano cada una de estas obras de pequeño formato donde su cuerpo es protagonista, porque su cuerpo fue lo que puso siempre en cada acción que, quizá podríamos arriesgar, fue enhebrando su vida. Y no solo festeja ahora este premio, hace unos días la editorial Brandon presentó Gordx el que lee, una colección de textos robustos que se vienen leyendo en el espacio que Lisa y una pandilla de amigxs inventaron hace 17 años para habitar sus vidas y las de otrxs con cuerpos que viven su sexualidad en un fluir sin adjetivos, sin marcas de género binario, disciplinas no elegidas. Desde hace dos años en Casa Brandon se sucedieron lecturas organizadas por Kerner junto a Diego Trerotola, Flor Monfort, Hope Duluoz y Nicolás Cuello. El libro registra esas lecturas y cuenta con textos de monsters de la talla de María Moreno, Liliana Viola, Salome Wochocolosky, Gabby De Cicco y Mariana Komiseroff, entre otros.

Kerner además se destaca por estar/transitar sin predicar delante de muchos. Sus logros en este mundo patriarcal neoliberal no tienen que ver con la queja autocomplaciente. Ella hace y ahí es donde gana y hace toda la diferencia.

Kerner es dueña de Club Brandon, un espacio único en la ciudad, es un referente de la comunidad LGBTIQ, allí generó y genera movidas culturales transversales, autárquicas, allí da lugar a otros para crear, beber, comer, bailar, besarse, discutir y poder reposar y permitirse una tregua en el medio de la guerra que parece librarse fuera de esas paredes que cobijan. Quizá por eso Casa Brandon es conocida como «la casita».

Dibujos de Lisa Kerner

Dibujos de Lisa Kerner

Conozco a Lisa desde finales de los 80s, en los cruces inevitables de la noche en Bolivia o el Parakultural. O más adelante en El Dorado, Cocoliche o La Age of Communication del inolvidable Juan Calcarami, la disco-librería-choricería más venerada por toda una generación que se mezcló en la largas noches de escaleras y laberintos que el edificio del bajo donde se instaló proponía. Allí Kerner trabajó en seguridad. Yo no hablaba con ella pero tras esa delgadez y seriedad que la destacaban, se palpitaba una fortaleza que le ganaba a cualquier patovica.

Nos seguimos cruzando en distintos ámbitos que mezclaban la noche y el arte pero creo que realmente conversamos cuando escribí mi libro sobre la noche porteña —Las mil y una noches. Una historia de la noche porteña 1960-2010— y hablamos sobre la creación de Casa Brandon, ese espacio que faltaba en  Buenos Aires, un sitio para la comunidad  LGBTIQ. No como ghetto sino como anfitrión. Brandon albergó todo tipo de diversidades, de disidencias contra el disciplinamiento no sólo de cuerpos sino de la escritura, del pensamiento, de la política, de un modo de mirar el mundo sin las paredes mórbidas de los nichos.

Eso me dijo entonces, en 2011, y lo suscribe hoy: «Éramos cuatro amigos caminando por la avenida Córdoba, buscando un lugar gay copado para ir. Hartos de no encontrar lo que queríamos, decidimos crearlo. Nos dimos cuenta de que teníamos la libertad de hacerlo y de que posiblemente habría más gente en la misma búsqueda, con las mismas inquietudes y así fue. De hecho todavía nos sorprende que no hubiera un solo espacio explícitamente gay y, además, con otra onda. Con calidad en DJs, de precios accesibles y sobre todo, con una mirada de ‘lo gay’ diferente: más alegre, más sutil, más interesada en el arte, la producción cultural, crítica y comprometida. El nombre surge como un homenaje a Brandon Teena, un trans asesinado en los Estados Unidos víctima de un crimen de odio. Nuestra primera fiesta fue en el año 2000 en un espacio muy pequeño que se llamaba Cápsula. No éramos más de cincuenta personas. Tocaron Carla Tintoré y UltraViolet (quien se incorpora al staff de Brandon días más tarde). Fue una noche muy inquietante». La idea de club caracteriza a Casa Brandon y es, sin duda, uno de sus mayores aciertos. Sigue explicando Lisa: «Creemos que el sentido de club tiene que ver con una idea de pertenencia. De sentir un lugar como propio y con una propuesta que te identifica. Es decir, un club ofrece diferentes actividades para sus miembros, con una línea clara. No se puede decir que Brandon es sólo una fiesta».

Dibujos de Lisa Kerner

Dibujos de Lisa Kerner

Los creadores de Brandon fueron, además de Lisa, Jorgelina De Simone, Violeta Uman y Filipe Francisquini, que antes del primer año partió hacia otros rumbos.

Lisa y Jorgelina fueron el corazón del lugar, probablemente por el amor que las unió y que potenció ese espacio con generosidad.

Como escribió Diego Terotrola para Soy: «Brandon fue desde el principio la fiesta de la divergencia sin espacios vip, sin privilegios, pero siempre con desvío amoroso por otros caminos para transitar la diversidad sexual, una sensualidad que ellas todavía no podían llamar queer, porque la palabra en Argentina todavía no tenía el cuerpo necesario para que las seduzca, pero que después la adoptaron para decir su revolución cada vez que pudieron. Fueron queer sobre todo porque querían contaminar la imagen de la diversidad, no querían limpiarla, sino hacerla virósica, que se mueva hasta que sea esquirlas de una belleza que impacte sobre todos los cuerpos. Desde las primeras fiestas se mezclaban con distintas expresiones del arte como forma de contaminación. «El arte es la posibilidad de ruptura, de diálogo y transformación. Para mí es el único camino hacia la libertad», como explicó una vez Jorgelina.

Dibujos de Lisa Kerner

Dibujos de Lisa Kerner

Kerner es casi exclusivamente «famosx» en el circuito porteño precisamente por la creación de ese lugar sin competencia alguna, pero con esa gestora y anfitriona convive otra faceta de Kerner: la de artista, la que le hizo ganar el premio que contábamos más arriba.

Todo liso… es Lisa, es una instalación-biografía que también cada vez narra la certeza de habitar un lugar. Lisa dice que sus dibujos nacen sin una idea preconcebida. Es ella, el lienzo y el impulso que materializa. Las primeras pinturas podrían leerse como arcanos de un tarot Kerner, con personajes que detallan su vía crucis. La caminante, la del cadáver exquisito, la de su propio funeral queer, la vacacionante. Todas avanzan hacia la obra más nueva. Al final hay una Lisa Kerner hecha de líneas similares a las de una huella digital. Por primera vez en todas las piezas tiene la mirada fija en quién esté enfrente. Es Lisa. Y como siempre, cuestiona desde lo que hace: ahora dibuja. Porque como dijo aquella vez Jor: «‘El arte es la posibilidad de ruptura, de diálogo y transformación. Para mí es el único camino hacia la libertad». Y por ahí camina Kerner y va dejando huella.

Publicada en Infobae en enero 2018

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