Una visión del mundo: la creación puesta al servicio de las novedades, ignorando el pasado, acompañando a principios del siglo XX en Italia el surgimiento de las luces, el ruido de los automóviles y la aparición de las industrias.
Futurismo no es futuro. Futurismo no es exceso de modernidad. Futurismo quiere decir: acontecimiento artístico único. Libre. Fascinación por el presente. Por el rumbo irreversible de ‘progreso’. Es artes visuales, literatura, cine, arquitectura, teatro, danza, cocina y moda’ nos dice Adriana Rosenberg citando algo que seguramente leyó hace poco. Lo hace en una visita muy exclusiva a la que invita antes de la inauguración oficial de la monumental muestra El Universo Futurista. 1909 “ 1936 que tiene lugar en Proa, la fundación que preside frente al Riachuelo en un magnífico y moderno edificio de líneas netas y color blanco brillante.
Junto a ella se encuentra la curadora de la exposición, la italianísima Gabriella Belli , ella misma pareciera salir de alguna cabeza futurista y probablemente lo sea porque lleva ya más de un año presentando la muestra por el mundo. Lo primero que nos cuenta en la visita guiada que nos ofrece, toda una master class sobre el futurismo, es una notable casualidad: la muestra siguió el mismo itinerario que realizó el poeta Filippo Tommaso Marinetti, creador del futurismo “el movimiento y la palabra- cuando dio la vuelta al mundo para presentar su flamante e integral movimiento. De París a Buenos Aires, recorrió medio mundo igual que esta muestra que tiene su parada final en nuestra ciudad, al igual que el tour de Marinetti en 1926. Aquí fue recibido en ese entonces por el grupo Martín Fierro a pesar de que su estadía estuvo muy cuestionada por su histórica amistad con Benito Mussolini. Belli salva a Marinetti contando ‘la verdad’ de esta historia: ‘Se conocieron muy jóvenes cuando ambos eran socialistas, Marinetti nunca pensó que Mussolini iba a terminar dónde terminó. En los últimos años del Duce el contacto entre ambos fue casi nulo aunque es cierto que Marinetti nunca se pronunció públicamente contra él’.
La italianísima quiere pasar pronto por este escollo pero lo menciona antes de que cualquiera se lo pregunte. Un gesto de buena leche y de astucia y sigue hablando y va al punto que quiere destacar. Así Belli nos transmite en cada uno de los rincones de la exposición el furor creativo de los futuristas en las disciplinas que abordaron: desde la poesía, la música -también entendida como ruido- , el cine, la moda, la cocina, el diseño, la arquitectura y la pintura.
Todo explotó a partir de la aventura vanguardista que gestó Marinetti en 1909 y ese proceso en cada una de sus facetas y disciplinas puede apreciarse en los dos pisos que le dedica Proa.
Belli es muy enfática cuando explica que el futurismo, a diferencia de otros movimientos vanguardistas contemporáneos a él, implicó una visión del mundo, un sistema de creación puesto al servicio de las novedades, ignorando el pasado, acompañando a principios del siglo pasado en Italia el nacimiento de las luces, el ruido de los automóviles y la aparición de las industrias. El futurismo no hubiese sido posible, explica, sin el estallido y metamorfosis de las grandes ciudades en las que Marinetti afirmaba que las casas durarían menos que las personas. Y de alguna manera se anticipó a esta contemporaneidad que barre edificios para plantar torres y barre torres para plantar otras nuevas, en un cambio constante y avasallador que ya hace un siglo Marinetti pudo oler en el aire que empezaba a viciarse y enriquecerse con el humo de los coches, el sonido furioso de la multitud y el polvo de las imparables construcciones. E increíblemente ‘futurismo’ en estos términos quiere decir puro presente: ni pasado ni futuro. Hoy y sólo hoy. La revolución cotidiana, la creación efímera, la invención del performance como arte escénica, la valoración del instante, el poder de una imagen que se diseña para, al menos en la imaginación de quien mira, poder evaporarse.
La exhibición se desarrolla en cuatro salas, cada una va dando identidad a las diversas disciplinas que los futuristas tomaron por asalto. Un universo de contradicciones y libertades que demuestra la capacidad
creativa de las primeras vanguardias históricas y sus ambiciones utópicas.
El futurismo empieza con la palabra y la palabra puesta en poesía. Así también lo apreciamos en la muestra con los calados de frases colocados en las paredes de las salas, con frases rotundas del movimiento. Y todo empezó con la palabra no sólo porque lo primero fue un manifiesto sino porque Marinetti era básicamente un escritor, un poeta visionario, un narrador que no temía romper la reglas de la gramática y hasta del sentido para inventar otros sentidos.
En las cuatro salas donde apreciamos obras de un centenar de artistas (Roberto M. Baldessari, Giacomo Balla, Francesco Changuillo, Carlo CarrÍ ,
Gerardo Dottori, Leonardo Dudreville, Julius Evoca, Gianne-tto Malmerendi,
Renato Paresce y el argentino Emilio Pettoruti entre otros) pasan ante nuestros ojos la danza, la escultura, la poesía pictórica, el cine, la fotografía, el teatro, la literatura, proyecciones tanto de obras de la época como documentales sobre el movimiento. Y por supuesto los manifiestos. Allí está el germen nutritivo de todo.
El Manifiesto Furturista escrito en 1909 por Marinetti, añade Belli en su recorrido donde nos fascinamos ante los objetos tan extraños como visionarios que son la raíz de la decoración; ante los movimientos fotografiados de una danza sin tutús, donde la imagen revela que allí no habrá ningún cisne atravesando el escenario, lo que más impacta del Manifesto, es la síntesis extrema de la escritura, persuasiva y lapidaria, que contiene la primera verdadera profecía de la edad contemporánea italiana, donde todos los lugares comunes que conciernen al glorioso pasado artístico de un país que parecía que no iba a ser capaz superar un pasado pesado, el de los maestros renacentistas.
El futurismo se propone pulverizar esa idea y jalar para adelante el timón de la historia y con radicalismo invadir todas las áreas de la vida para demostrar que otro tipo de representación del mundo es posible.
Y lo hace: todo el arte contemporáneo está salpicado de futurismo y si alguien tiene alguna duda que se dé una vuelta por Proa: va a quedar fascinado y absolutamente convencido.
Publicado en La Forastera, de El Argentino