Bajo la fragilidad de estos árboles nos enamoramos flotando y ahora nos besamos acá , otra vez, calientes, ruidosos, desnudos mugrientos de pasto y tierra y nieve húmedos de nuestras últimas gotas de saliva sudor y flujos No nos ocultarnos de la multitud abrigada y sin cuerpo, desvanecida entre bufandas, gorros, guantes enredada con telas y lanas que se mueve errática, resucitada de un sopor zombie que mata este tiempo sin sol pisoteando este parque, el más famoso del mundo, frente al refugio baleado de John y Yoko. Jóvenes como nosotros, ahora no. Me alejo de aquellos árboles, abandono la tierra ahora hundida, perforada aún por nuestras siluetas Abatida memoriosa y cruel Extenuada y seca Guarida de ratas ardillas sepultura de algún gorrión sin alas Me alejo del hoyo patinando Encapuchada con el gorro nuevo que me trajiste O que te robé No recuerdo y que ahora se deshilacha Me deslizo despacio entre los niños con una elegancia prestada. No es tuya ni mía no es. Tu boca orgullosa de mí aparece y sonríe Agujereada justo ahora y me persigue Me escapo de la tierra árida y de tus dientes que podrían masticarme hago un doble giro y mi bufanda también da dos vueltas. No permito que me sofoque, concentrada en la huida. Toso, me atraganto, vuelvo perdida. No hay boca tuya. Y una y dos vueltas. Lo hago perfecto. Sin embargo escupo dos pesadillas contra la pared, no contra la cama del cuarto sin vista a parques donde dormíamos enamorados. La cama donde te moriste. Esa grieta, este agujero otro ante el que lucho para no zambullirme devorada. Maldigo esta vigilia que me lleva hacia las ramas débiles y gozosas, y hasta el gorrión sin alas y los patines y la bufanda Mis ojos viven sin mí abiertos.
Los días después: última obra
el fluido duro y delicioso de ese polvo prohibido el que me ahogó atragantada y me postumizó sorprendida yo me miro desde acá no sé dónde es allí ni donde...