Alguien no cruzó los dedos cuando él cruzó el amor como un puente, y entonces la caída fue como un crash inmortal. Pero nadie se salva cuando el arte ataca: como si fuera el rayo de algún dios del Olimpo, revive aquello que fue muerto, y entrega, en el momento menos esperado, la dicha de poder gustar, para placer llevarse.
A un hombre le partieron el corazón. Perdió un amor. La ruptura lo rodeó de dolor y le dejó un inmenso vacío, ese agujero que “por entonces- nunca más pensó que iba a poder llenar. La felicidad pertenecía al pasado y sólo la desdicha se vislumbraba como un eterno presente. ¿A quién no le sucedió cuando enfrentó un duelo? El mundo se pone negro y el lugar más codiciado son las cobijas sucias de la cama, de esa cama que alguna vez fue compartida, llena de dicha, deseo y amor.
Eso le pasó al diseñador gráfico Eugenio Palma Genovés hace cuatro años. Y a partir de esa caída, decidió que en su trabajo quería ir por más. No sólo cumplir los deadlines y las órdenes de los medios para los que trabajaba, necesitó crear su propia obra. ¿Una catarsis? Quizá al comienzo sí. Pero luego las obras fluyeron y se convirtieron en el mayor objeto de su deseo. Me cuenta Genovés que la primera pieza que hizo “siempre con sus fotografías como base- contenía una lamparita apagada, un techo oxidado y la siguiente leyenda: ‘Long way to happy’. En ella incluyó también una foto con su ex pareja para que el masoquismo artístico, o lo artístico que estaba por nacer, estuviese bien claro y completo.
Cuando me lo cuenta, pienso en la escena y le pregunto si se le cruzó por la cabeza suicidarse. Me dice que no. Siempre hay cosas legales y otras no tantas para anestesiarse frente al dolor.
Con esta obra naciente, la primera, empezó a indagar artísticamente en el duelo y la pérdida y con esta investigación generó un lugar vital para su vida por entonces moribunda.
‘Como no escribo canciones ni pinto cuadros, me pareció que lo más lógico era aplicar mis conocimientos de diseñador “me cuenta Genovés- para darle al diseño otro estadio, un escalón artístico’.
Trató de buscar imágenes en el exterior de aquel dolor que lo carcomía por dentro y lo fue logrando. Al principio tomaba su bicicleta e iba a villas miserias o basurales. Quería sentirse realmente mal. Cuando llegaba, armaba sus collages y escuchaba música de Depeche Mode a Bjork y así, con la cadencia de esas melodías, creaba. Pero nada es para siempre. Por suerte.
A la etapa del duelo lapidario, en donde se sintió encarcelado, siguió otro período que se cumplió un tiempo después y fue la etapa del enojo. Pero al menos había reacción, una manera particular de pasión. Y su obra cobró otro sentido. Casi al borde de los tres años volvió a sentir ilusión, la posibilidad de volver a enamorarse y cerrar una etapa oscura para abrir otra luminosa.
De estas hondas experiencias surge su primer muestra, Corazón bajo arresto, compuesta por 18 obras de las 25 que creó en estos tres años. Son obras de gran tamaño de un metro setenta de alto por uno de ancho, todas con fondo negro y con paspartú idem. Como para dejar en claro los orígenes y la esperanza que una puñalada en el medio del pecho, claro que genera dolor, pero a veces crea un artista.
Desde el 30 de Septiembre hasta el 5 de Octubre en el Sindicato, Carlos Calvo 736 de 19 hs a 22 hs.
