SANGRE SOBRE SANGRE(1ER CUENTO/FRAGMENTO)
Y de pronto me tuve que enfrentar a mi concha reciclada, recién hecha, como sin usar. Me moría de curiosidad -más que de ganas- por probarla. No, no se me trataba de un lifting vaginal, creo que por ese entonces -ya hace más de diez años- ni siquiera sabía de su existencia. Me encontraba bastante mal informada sobre ese tipo de reconstrucciones.
Lo que sucedió fue algo más sanguinario, brutal y doloroso. Unos quistes roedores comenzaron a crecer en mi útero -siempre protegido por un DIU para evitar toda posibilidad de gestación indeseada- y se deslizaban y crecían a una velocidad tal que me generaban unas menstruaciones atroces: incontenibles cataratas de sangre. Y así , chorreada a mi pesar, me quedé tan anémica que la única solución que me ofrecieron los tres médicos a quienes consulté se consensuó en la extirpación del órgano amebizado
Al principio, la idea me horrorizó y contesté que no, que de ninguna manera. Pero la sangre seguía empapándome bombachas, pantalones, sábanas y hasta colchones.
Empecé a hablar del asunto con amigas y me encontré con una cantidad inesperada de historias de mujeres que habían atravesado la misma situación -o era mi propia amiga o una amiga de ella o una conocida- y todas confirmaban que luego de la extirpación se sentían muchos más felices y liberadas. No más tampones, ibuprofenos, calambres, ecografías intravaginales, inflamadas y sangre sobre sangre.
Así fue que me decidí pero redoblé la apuesta. Pedí una cita urgente con mi ginecóloga de toda la vida y le conté mi decisión: aceptaba que me extirpasen el útero y también, haciendo uso del derecho sobre mi cuerpo, pedí que me removieran los ovarios. Y así se hizo. Pero antes tuve que pasar por un largo proceso.