La conquista del desierto como metáfora del presente.
Ulmen como título de la muestra surgió luego de varias cavilaciones», cuenta a Diario Z Diulio Pierri minutos antes de inaugurar su muestra, «Ulmen, el imperio de las pampas», en la sala Cronopios del Centro Cultural Recoleta. Y sigue: «Ulmen significa guerrero conectado con dios, también hombre rico y poderoso, así es el personaje principal de la historia que compuse para la narración de esta exposición. El jefe de la nación mapuche, Juan Calfucurá, era considerado ulmen por mandato divino».
La nueva muestra de Pierri -conformada por 50 obras en acrílico sobre tela, pinturas de gran tamaño realizadas en el último año- sigue una de las obsesiones del artista, la misma que demostró en una de sus primeras muestras, en 1976, año icónico y tan sangriento como los de la masacre de la conquista de las pampas por los criollos herederos de los colonizadores españoles que denuncia en «Ulmen».
En la muestra de los 70 en la galería Van Riel, Pierri ya diseñaba su personaje antropomorfo, ese que aparece rojo sangriento casi 40 años después, criminalizando a la víctimas, los pueblos originarios, herederos trágicos, según Pierri, de la sociedad guerrera donde se aniquilaba a todo aquel que pensara distinto o simplemente fuese diferente.
Así la muestra «Ulmen», quizá más que ninguna otra de las exposiciones creadas por el artista, se convierte en un statement donde luchan civilización contra barbarie e invierte la dualidad sarmientina ya que la barbarie carga la representación de los asesinos, no de los originarios poseedores de la tierra, representados con ironía y un humor melancólico como insectos listos para hacer aplastados por los fornidos hombres de a caballos, los hombres de rojo.
Si cada una de las pinturas puede verse como la escena de una batalla desigual, el conjunto de la muestra relata una guerra que ya sucedió pero metaforiza una guerra que aún sucede, donde el poderoso, otro hombre rojo y sangriento, arremete contra pequeños entes indefensos. Las víctimas no parecen ser producto de la mirada del pintor sino de sus victimarios, así representados por éste en cada uno de los lienzos. Y estos guerreros viles tienen dentro del cuadro el poder de imaginar a sus propias víctimas. Quizá un acto de creación revolucionario el de Pierri, el de otorgar poder a los personajes que desprecia y acusa para que éstos a su vez imaginen a los derrotados. Como dice con precisión Guillermo David en el bello catálogo que acompaña a la muestra, «los indios, nuestros primeros desaparecidos, reclaman su lugar en la escena contemporánea. Son el enigma, la esfinge interrogante, el árbol totémico de una Argentina que puja por decir su verdad. Pierri se propone como mediador, como un moderno chamán ventrílocuo que vuelve a proferir el grito de batalla de los vencidos y convoca e invoca sus sombras tutelares».
Con humildad, Pierri nos dice que quiere denunciar el extermino de lo que se llamó la conquista del desierto sólo porque quiere vivir en un mundo más armónico y la belleza con la que relata la crueldad de los asesinatos, la brutalidad en su diseño de las victimarios y su mirada travestida sobre las víctimas hablan de una sensibilidad contemporánea para narrar una historia que ha sucedido pero que sucede con otros personajes. Su grito de alerta reclama, ante su gesto estético, nuestra atención. Hasta el 29 de enero en la Sala Cronopios. Centro Cultural Recoleta, Junín 1930.
