Territorio Civale

escritora, periodista, nómade

En el principio hubo un jardín

El origen mítico del universo plástico que una artista pinta y expone usualmente en las calles y espacios públicos de Buenos Aires, es el eje de una muestra en la galería Consorcio de Arte.

Un día de mucho calor estaba pintando un mural en la calle Warnes “cuenta la artista visual María Bedoian en la elegante galería Consorcio de Arte de la calle Guido“. Había un solo bar en la zona y estaba cerrado. Hacía horas que pintaba. En un momento se me acerca una vecina y me pregunta si necesito algo. Agua, algo de comida, ir al baño. Yo hacía ya un par de horas que estaba medio desconcentrada porque necesitaba ir al baño; así que cuando la vecina se acercó, acepté la invitación inmediatamente’. Esa anécdota que puede parecer banal habla de la integración que naturalmente puede establecerse entre un artista que realiza un mural en la calle de un barrio porteño algo desangelado y medio desierto y su entorno.

DE LAS CALLES A LA GALERIA. Un jardín con cactus que recrea lúdicamente un paraíso y algunos paisajes del Norte argentino es el lugar donde se despliega la cosmogonía plástica de María Bedoian

‘No sólo algunos vecinos se acercan con buenos gestos, también se paran ante la obra y opinan. Te dicen qué les parece o qué harían. Y es enriquecedor aceptar y establecer ese diálogo porque finalmente uno está pintando para la gente, esa misma gente que pasa y que, por suerte, hoy se atreve a decirte qué piensa de lo que hacés’, concluye Bedoian, que despunta como una consolidada artista de la corriente del street art, con murales que cambian el ánimo de calles y espacios en lugares como Parque Centenario, el Centro Cultural San Martín o una explanada junto a las vías, en una calle de Palermo.

Pero ahora mismo María no está entre la gente ni salpicada de pintura. Tiene su bicicleta estacionada sobre la calle Guido en otro día de calor porteño, a metros de Montevideo, donde se encuentra la Galería Consorcio de Arte, en la que actualmente expone una serie de obras con el mismo imaginario que impulsa su arte callejero.

La muestra tiene un nombre tan largo como curioso: El jardín del Hombre Cactus y Chiqui Corazón . Efectivamente, las paredes blancas de la galería replican una reminiscencia verde, aunque no todo es estrictamente verde en este jardín alegórico: el edén con que la artista reproduce de manera peculiarmente lúdica los paisajes norteños de la Argentina, de los que proviene su familia, y los entrecruza con la cultura de los pueblos originarios, procesada por un imaginario tan frondoso como el jardín en el medio del cual nos encontramos conversando, a la sombra del Hombre Cactus y su amiga Chiqui, que intervienen la vidriera de la galería.

En este jardín no están Adán y Eva, el cuento del origen del mundo lo narra Bedoian en las figuras del Hombre Cactus y Chiqui Corazón, su pareja originaria con nombre y apellido, la que ‘da a luz’ sus nubes-células, algunas obras que recuerdan plantas como centauros, cadenas sexuadas de otras plantas imaginarias, un mundo vivo y original que, como toda historia, finalmente se reduce a una búsqueda, la del amor. Porque toda la muestra nos dé cuenta de un romance entre estos personajes creados por María.

‘Por primera vez “me dice mientras se pasa la mano por la frente tratando de disimular el efecto del calor de la tarde ardiente“ me atreví a escribir un texto para esta muestra. Todo un desafío para mí, ya que la escritura no es mi medio expresivo’.

Ese breve texto no es explicativo ni redundante, como muchas veces sucede con muestras que buscan en las palabras un sentido que la obra no alcanza a dar. Aquí uno da una vuelta por la galería e intuye de qué se trata. La muestra pensada especialmente para esta galería, no hay dudas, nos habla de amor, sexo, vida, reproducción y origen. Una visión de ese paraíso de naturaleza trastocada. Vale la pena detenerse en las palabras que, con esfuerzo, dictó el corazón de la artista: ‘El Hombre Cactus realizó una obra inconclusa tras muchos planes e ideas sembradas bajo árboles. (¦) Con ojos sabios, el Hombre Cactus se cruzó a Chiqui Corazón debajo de un puente. Luego se perdieron a la vuelta de sus casas, cada cual en su sendero paralelo. De pronto, se encontraron de nuevo y coincidió que ambos tapaban un pozo para comenzar otro jardín. (¦)’. Como en una telenovela o como en una nouvelle de Novalis “por citar sólo azarosamente a un escritor romántico“ o como en uno de los Cuentos de la selva de Horacio Quiroga, Bedoian arma su propio micromundo donde la naturaleza y el hombre se funden. En esta muestra nos presenta a los primigenios de su especie inventada en el momento más fecundo de su relación, con la misma fecundidad que transmite su propio arte.

La nota completa en Revista Ñ

Lo último en Territorio Civale

Lo último en
Territorio Civale

«Lady mí», nuevo libro in progress

SANGRE SOBRE SANGRE(1ER CUENTO/FRAGMENTO) Y de pronto me tuve que enfrentar a mi concha reciclada, recién hecha, como sin usar. Me moría de curiosidad -más que de ganas- por probarla....

Baraja, un poema de invierno

Cuántas veces se puede gritar «ayuda» y recibir los sopapos de la sordera ¿cuántas veces? más de las que un cuerpo podría aguantar ya se usaron todos los comodines se...

Baraja, un poema de invierno

Cuántas veces se puede gritar «ayuda» y recibir los sopapos de la sordera ¿cuántas veces? más de las que un...

Nuevo libro «Los días felices»

Dice el artista visual Ale Thornton en la contratapa: «Vértigo. Leer a Civale me da vértigo. Es vértigo.Una característica que...

Cucurto: poder de choque

Podría decirse que el primer personaje creado por Washington Cucurto es él mismo. Porque el escritor se llama Santiago Vega,...